Corría el año 304 d.C., y las prédicas y conversiones de San Vicente en Zaragoza junto al Obispo Valero alcanzaron gran número y gran éxito, llegando a los oídos del Cónsul Daciano, que, siguiendo el dictado de las autoridades romanas, ordenó que fueran apresados y traídos a Valencia para darles martirio y que abjuraran de su Fe. Se trataba de castigar ejemplarmente ante el pueblo valenciano una religión que empezaba a propagarse peligrosamente, lo suficiente como para hacer tambalear los pilares del Imperio Romano.
Tras su negativa a renunciar a la Fe cristiana los dos religiosos fueron encarcelados, desterrando posteriormente al Obispo Valero a Francia, mientras su diácono, el joven San Vicente, fue elegido para sufrir martirio según lo que disponía la Lex Romana para los enemigos del Imperio. Uno tras otro, San Vicente resistió sin desfallecer tormentos como el ecúleo o potro, la catasta en forma de aspa (que separaba brazos y piernas mediante cuerdas), azotes, desgarros con garfios, y la parrilla con carbones incandescentes, tras lo cual fue encerrado en una celda sobre cristales y púas, con los miembros inmovilizados con cepos. Finalmente, a su muerte, el mártir fue arrojado a un descampado para ser devorado por las alimañas y evitar así que su cuerpo fuera venerado por el pueblo cristiano de Valencia, convirtiéndose en mártir, pero los cuervos ahuyentaron a las bestias y el cuerpo de San Vicente permaneció incorrupto. Daciano, encolerizado, ordenó que fuera arrojado y hundido en las profundidades del mar, atándolo a una rueda de molino, pero el cuerpo reapareció milagrosamente en las playas de Cullera (paraje de la Font Santa), donde la viuda Jónica lo encontró, dándole sepultura y erigiéndose una ermita en el lugar.
Las circunstancias extraordinarias de la muerte de San Vicente fueron transmitidas oralmente entre el pueblo valenciano, y en los sermones de religiosos como San Agustín, extendiéndose por toda España y Europa y alcanzando gran fama, lo que provocó durante los siglos posteriores una corriente intermitente de peregrinaciones hasta la Basílica de La Roqueta, en Valencia, donde finalmente descansaban sus restos.
Todos los detalles del Camino de San Vicente Mártir, que discurre desde Huesca, hasta Traiguera, donde enlaza con la antigua Via Augusta hasta llegar a Valencia en un camino de unos 750 km , pueden consultarse en la web que la asociación ha creado en Internet: www.caminodesanvicentemartir.es . En ella, junto a la información práctica como mapas y perfiles de la ruta, el peregrino puede acceder a consejos para caminantes, un foro especializado y abundantes datos sobre la biografía de San Vicente y el arte o la arquitectura dedicados al Santo, además de consultar la Carta Vicentina y el Libro de Peregrinos, e incluso obtener la Credencial Vicentina.
Mi más sentido agradecimiento a La Asociación VIA VICENTIUS VALENTIAE y en especial a su Presidente Salvador Raga, por contactarse conmigo y ofrecerme tan valiosa información.
Más datos para el internauta sobre VIA VICENTIUS VALENTIAE-VIA ROMANA
Tras su negativa a renunciar a la Fe cristiana los dos religiosos fueron encarcelados, desterrando posteriormente al Obispo Valero a Francia, mientras su diácono, el joven San Vicente, fue elegido para sufrir martirio según lo que disponía la Lex Romana para los enemigos del Imperio. Uno tras otro, San Vicente resistió sin desfallecer tormentos como el ecúleo o potro, la catasta en forma de aspa (que separaba brazos y piernas mediante cuerdas), azotes, desgarros con garfios, y la parrilla con carbones incandescentes, tras lo cual fue encerrado en una celda sobre cristales y púas, con los miembros inmovilizados con cepos. Finalmente, a su muerte, el mártir fue arrojado a un descampado para ser devorado por las alimañas y evitar así que su cuerpo fuera venerado por el pueblo cristiano de Valencia, convirtiéndose en mártir, pero los cuervos ahuyentaron a las bestias y el cuerpo de San Vicente permaneció incorrupto. Daciano, encolerizado, ordenó que fuera arrojado y hundido en las profundidades del mar, atándolo a una rueda de molino, pero el cuerpo reapareció milagrosamente en las playas de Cullera (paraje de la Font Santa), donde la viuda Jónica lo encontró, dándole sepultura y erigiéndose una ermita en el lugar.
Las circunstancias extraordinarias de la muerte de San Vicente fueron transmitidas oralmente entre el pueblo valenciano, y en los sermones de religiosos como San Agustín, extendiéndose por toda España y Europa y alcanzando gran fama, lo que provocó durante los siglos posteriores una corriente intermitente de peregrinaciones hasta la Basílica de La Roqueta, en Valencia, donde finalmente descansaban sus restos.
Todos los detalles del Camino de San Vicente Mártir, que discurre desde Huesca, hasta Traiguera, donde enlaza con la antigua Via Augusta hasta llegar a Valencia en un camino de unos 750 km , pueden consultarse en la web que la asociación ha creado en Internet: www.caminodesanvicentemartir.es . En ella, junto a la información práctica como mapas y perfiles de la ruta, el peregrino puede acceder a consejos para caminantes, un foro especializado y abundantes datos sobre la biografía de San Vicente y el arte o la arquitectura dedicados al Santo, además de consultar la Carta Vicentina y el Libro de Peregrinos, e incluso obtener la Credencial Vicentina.
Mi más sentido agradecimiento a La Asociación VIA VICENTIUS VALENTIAE y en especial a su Presidente Salvador Raga, por contactarse conmigo y ofrecerme tan valiosa información.
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http://viavicentius.blogspot.com
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